MUJERES ANDALUSÍES EN LA ALPUJARRA: UN PASEO POR CAPILEIRA (GRANADA)

Con motivo del Congreso Internacional del 450 aniversario de la Rebelión de las Alpujarras, la arqueóloga Paula Sánchez Gómez nos propone un paseo por Capileira en clave de género

La Alpujarra se sitúa entre las provincias de Granada y Almería, desde las faldas de la ladera sur de Sierra Nevada hasta el litoral mediterráneo.

Se caracteriza por un territorio abrupto y montañoso y de difícil accesibilidad, lo que ha marcado a lo largo de la historia un cierto carácter de aislamiento y autoabastecimiento. Sin embargo, y a pesar de estos rasgos, ha estado poblada desde muy antiguo.

Sus características, especialmente paisajísticas y culturales, la convierten en una región con una oferta turística difícil de igualar, fundamentalmente en lo que concierne al desarrollo de senderos y rutas de distinto contenido cultural.

Destaca la Ruta medieval, promovida por la Mancomunidad de Municipios de la Alpujarra granadina.

Aunque hay poblamiento andalusí desde los siglos VIII y IX, es durante el período nazarí (1238-1492) cuando alcanza su plenitud histórica al convertirse en el último refugio de los musulmanes de al-Andalus. Con la toma de Granada por los Reyes Católicos, la Alpujarra fue concedida como merced al sultán nazarita Boabdil y a su familia. Desde esta etapa fue ocupada por población morisca hasta que fue expulsada por las rebeliones acaecidas en este territorio (1568-1571). A pesar de los cambios ocurridos a lo largo del tiempo, en la actualidad se conserva un legado cultural que posibilita un viaje al remoto origen islámico de sus pueblos.

Con el objeto de fomentar este rico legado cultural, hoy les sugerimos un retorno al pasado medieval de la Alpujarra a través de un itinerario que aporta una nueva visión de la comarca en clave de género. Nuestro objetivo será acercarnos a la realidad social y vida cotidiana de las mujeres andalusíes, aquéllas que vivieron en la península ibérica entre los siglos VIII y XV. Estas mujeres, independientemente de los cambios políticos acaecidos en ocho siglos de presencia musulmana, de su status social o jurídico y de su pertenencia al ámbito rural o urbano, ocuparon en la historia de al-Andalus una posición subordinada con respecto a la de los hombres, ubicados en la cúspide de la pirámide política y social. La mujer ideal y modélica debía ser honrada y, como portadora del honor familiar del clan (grupo familiar extenso), tenía que estar protegida y confinada en el ámbito familiar y privado, siendo una constante de la vida social la existencia de normas que regularon el contacto entre hombres y mujeres.

Dada la brevedad de estas páginas, el itinerario de hoy lo centraremos en el núcleo urbano de un pueblo situado en el seno del barranco de Poqueira, dentro de la llamada Alpujarra Alta Oeste granadina y a la sombra de los picos del Mulhacén y del Veleta: Capileira. Declarado junto con Pampaneira y Bubión Conjuntos Históricos Artísticos desde 1982, se asienta en uno de los espacios naturales más extraordinarios de toda la provincia de Granada: el barranco de Poqueira. Además, forma parte del Parque Nacional de Sierra Nevada.

Panorámica de Capileira y Bubión. Fotografía: Antonia Ortega Urbano

Panorámica de Capileira y Bubión. Fotografía: Antonia Ortega Urbano

Iniciamos nuestra visita en la carretera que conduce al barranco de Poqueira y la panorámica que ofrecen estos pueblos blancos: Capileira –en la parte más alta–, Bubión, y Pampaneira. Estas tres pequeñas poblaciones, establecidas muy cercanas entre sí. Gracias a la arqueología y las fuentes escritas sabemos que en época medieval islámica existieron en la Alpujarra pequeñas poblaciones conocidas como alquerías, aldeas o asentamientos poblacionales rurales, generalmente no amurallados, integrados a su vez por hara o barrios. Se configuraron de esta manera una serie de pequeños núcleos de población que, dispersos por la sierra, se asentaban en los espacios donde las condiciones eran más propicias ante la existencia de cursos de agua, manantiales o lugares soleados y resguardados de los vientos.

Si bien la organización administrativa de estos pueblos fue evolucionando a lo largo del tiempo, en el período nazarí las alquerías se distribuyeron en unidades administrativas llamadas tahas, división administrativa formada por varias alquerías y uno o varios castillos. Capileira, junto con Bubión y Pampaneira y las alquerías desaparecidas de Beniodmin y Alguazta, pertenecieron a la taha de Poqueira, donde se ubicaba el castillo del mismo nombre, del que aún se conservan algunos restos en Pampaneira.

Ya en el pueblo, un paseo por el llamado Barrio Bajo de Capileira y sus calles (Cubo, Campanas, Carmen, Duende, Trocadero, Cerezo, Postiguillo, Horno, Parra, Mentidero, Escuelas, Moral, Real; etc.) nos permite disfrutar un recorrido por un viario adaptado al terreno y conformado por calles empinadas, siseantes, irregulares y estrechas que recuerdan a las de cualquier población islámica. En el pasado serían auténticos lodazales de tierra, algunas quizá empedradas, por donde discurrirían conducciones de agua para el riego de los huertos adyacentes a las propiedades y evacuación de aguas sobrantes y residuales. Abundan además los adarves, callejones sin salida que hacen de entrada particular a algunas viviendas. También llama la atención un tipo arquitectónico muy especial y que −con algunas diferencias y otras denominaciones y usos−, fue muy abundante en las ciudades islámicas: los llamados tinaos (porches o pasadizos que, en sus distintas tipologías, surgen ante la edificación sobre el viario de nuevos cuerpos constructivos restando anchura a la vía). Son lugares de tránsito colectivo que posibilitan la comunicación, bajo las viviendas, de unas casas con otras sin necesidad de transitar por la calle. Asimismo, a lo largo del tiempo han protegido de la lluvia o el sol, favoreciendo el encuentro protegido de vecinos al aire libre y facilitado la realización de faenas cotidianas, como la descarga de la bestia o determinadas tareas agrícolas.

El urbanismo se compone de un caserío denso y abigarrado configurado mediante conjuntos de manzanas irregulares pero de gran unidad. Las viviendas están construidas sin un plan definido, disponiéndose de forma escalonada y apoyándose en ocasiones unas sobre otras. Las severas condiciones climáticas de la zona han determinado que presenten escasa altura y que orienten las vistas hacia el sur. El pequeño tamaño y escasa presencia de vanos (puertas y ventanas) abiertos hacia la calle es otro factor relacionado con las condiciones climáticas de la zona. Las casas presentan al exterior terraos (tejados planos de losas de piedra pizarra, cubiertas de launa o arcilla local impermeable). Sirven como terrazas y elementos de acceso de una a otra vivienda, facilitando además un espacio complementario para los trabajos domésticos.

Todos estos elementos se construyeron con los materiales que ofrece el lugar: tierra, madera y piedra (predomina la pizarra). Destacan fundamentalmente los techos con forjado de lajas o losas planas de pizarra sobre alfajías (maderos en forma de tronco o rollizo que conforman los pisos de las viviendas), que se asientan sobre vigas-cargadero y son rematadas con acabados impermeables. Los suelos son de tierra apisonada o lajas de pizarra.

Elementos urbanos de Capileira. Fotografía: Antonia Ortega Urbano

La estructura de una casa tradicional alpujarreña consta de una o dos plantas, comunicadas por estrechas y empinadas escaleras y con varios accesos desde la calle, cámara en altura y, a diferencia de la típica casa islámica, carece de patio como centro principal. Ante la ausencia de patio, la iluminación y ventilación vendrían aportadas por otros elementos, como los lucernarios o aberturas en el techo o en parte alta de las paredes. Junto con las chimeneas, son piezas representativas del actual paisaje alpujarreño.

Aunque el patio en la vivienda islámica era el componente articulador del resto de estancias y el lugar donde se desarrollaba gran parte de la vida cotidiana y de los trabajos domésticos de las mujeres andalusíes, la explicación de la ausencia de este elemento en las casa alpujarreñas se ha basado en distintas causas, como las rigurosas condiciones climáticas y la pervivencia de otros influjos culturales, especialmente beréberes norteafricanos.

El ingreso a la vivienda alpujarreña tradicional se realiza directamente a la planta alta, donde se ubica la estancia principal de la casa: el salón-cocina-comedor. Algunos inmuebles  suelen contar con un vestíbulo o zaguán como zona de tránsito y al que se abren las distintas habitaciones. El zaguán fue en al-Andalus un elemento imprescindible en cualquier hogar al resguardar por su disposición acodada la intimidad familiar de las miradas del exterior.

En definitiva, el urbanismo y la arquitectura rural alpujarreña, viva y cambiante, condicionada por el terreno, la historia y el clima, es también fiel reflejo del modo de vida de sus habitantes.

Tanto las viviendas como el entramado de calles han ido evolucionando con el paso del tiempo. Sin embargo, y a pesar de que muchas casas islámicas quedaron arrasadas en las guerras moriscas y de las transformaciones acontecidas desde la época medieval islámica, es posible adentrarse en el ámbito cotidiano de las mujeres andalusíes a través de determinados espacios cargados de tradición.

Era en la vivienda donde se desarrollaba la mayor parte de las vivencias de las mujeres andalusíes, un espacio íntimo y doméstico donde guardar su honra y la del propio clan, a la vez que desarrollar la mayor parte de sus quehaceres cotidianos. Las principales funciones de la mujer musulmana en el hogar fueron el cuidado de la casa, de su esposo y descendencia, y de los demás miembros de la familia. Debían barrer, cocinar, mantener el fuego y los enseres de la casa, colocar las alfombras, criar y cuidar a familiares enfermos y mayores. Evidentemente, dependiendo de la categoría socioeconómica de las mujeres, determinadas tareas domésticas tuvieron mayor o menor incidencia en sus vidas, ya que no sería lo mismo disponer de servicio doméstico. En resumen, sus vidas giraron en torno a la maternidad, cuidado de la familia y los trabajos domésticos.

La cocina era un ámbito preferentemente femenino, destinado fundamentalmente a la preparación y cocinado de alimentos. Eran frecuentes una serie de elementos: hogar o fogón para cocinar; alhacena para albergar el utillaje y enseres del hogar; y el poyo o mesa auxiliar para la elaboración de alimentos. Por otra parte, aunque dependía del tamaño de las viviendas y número de estancias, las habitaciones eran espacios plurifuncionales, es decir, estancias donde se podía cocinar, celebrar reuniones familiares, recibir a los invitados, comer, trabajar o dormir. Este carácter marcó la escasez y sencillez del mobiliario: mesas, sillas, baúles o arcas, etc.

Los corrales familiares fueron partes integrantes de las casas, lo que permitió poder penetrar en ellos sin que fuera necesario salir o atravesar la calle, a la par que aportaban calor en el invierno cuando se ubicaban bajo el piso doméstico. El cuidado de gallinas y otros animales en los corrales serían actividades en las que participaron activamente las mujeres andalusíes.

 Mujeres andalusíes en la cocina de su vivienda. Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

Mujeres andalusíes en la cocina de su vivienda. Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

Pero, fuera del ámbito privado, ¿cómo se relacionaron las mujeres andalusíes con el espacio público y colectivo? El derecho musulmán determinaba que las mujeres honradas debían permanecer encerrada en las viviendas. Cuanto mayor era la clase social, mayor era la honra que debían proteger. Por el contrario, las mujeres de baja condición tenían una mayor capacidad de movimientos de puertas hacia fuera al contribuir con su trabajo en las economías familiares y acudir a los zocos para el aprovisionamiento de víveres. La visita a la mezquita, cementerio, baño público o hamman, familiares y otras mujeres, así como su participación en celebraciones importante de la comunidad musulmana, fueron otras de las salidas de las mujeres a los espacios colectivos.

La presencia femenina en el espacio público estuvo también regulada por el derecho musulmán. Tenían que portar velo, característica de la mujer libre. Su fin era reservar a las mujeres un espacio privado en los lugares comunes. Igualmente, debían ir cubiertas con una serie de prendas que disimularan los contornos de su cuerpo e impidieran ver todo lo que no fueran sus manos y parte de su rostro. Al salir a la calle, tenían que  estar preferiblemente acompañadas por otros grupos de mujeres o por hombres de la familia, así como desplazarse por vías poco frecuentadas, caso de los adarves.

Entre las actividades de producción y conservación de alimentos que realizarían las mujeres en el espacio público podemos señalar  la provisión de leña para la vivienda y la cocción de pan y dulces en la tahona u horno público. La base de la alimentación fue el cereal (pan de trigo o de mijo, gachas, sopas espesas de harina, etc.); también destacó el consumo de frutas y verduras, así como platos preparados con estos alimentos y muchas especias. La carne sería escasa, ya que el cordero se reservaría para los días de fiesta. La elaboración de dulces, sobre todo con frutos secos y miel, fue muy habitual, artesanía gastronómica que pervive actualmente en la Alpujarra. En esta comarca se conservan hornos de tradición árabe en algunos domicilios particulares. Aunque por razones de salubridad han dejado de usarse, en Capileira se conoce la existencia de ejemplares privados en las calles Horno y Real.

Mujeres andalusíes por adarve portando agua, plantas medicinales y leña. Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

Mujeres andalusíes por adarve portando agua, plantas medicinales y leña. Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

 

A lo largo del itinerario llama la atención la abundancia de agua, reflejada a través de la existencia del murmullo y frescura que manifiestan las numerosas fuentes, de variada cronología y tipología (Panteón Viejo, Ramón Torres, Hondera, Calvario, Cerezo, Cubo o Carril, etc.). Estos elementos se nutrieron de los acuíferos, recargados a su vez por acequias que trasladaron el agua desde Sierra Nevada. La llamada Ruta del agua permite visitar el pueblo a través de sus fuentes y conocer el origen y función de importantes hitos, como las acequias Alta, Baja de Pitres y la llamada de los Lugares.

Otra de las principales funciones domésticas de las mujeres andalusíes fue la provisión de agua para la vivienda y el lavado de la ropa en el río, acequia, alberca, fuente o manantial.

Continuando nuestro recorrido, en la plaza de la Iglesia se erige la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Cabeza, construida en el siglo XVI sobre una antigua mezquita o masyid (lugar de culto de la comunidad musulmana). Quemada durante la Guerra de las Alpujarras o Rebelión morisca, se reconstruyó en el siglo XVII para ser de nuevo reformada en el XVIII.

Las mezquitas rurales, más pequeñas y escasamente ornamentadas, constaban en esencia de los mismos elementos presentes en las urbanas.

Mezquita rural andalusí con sus principales elementos y mujeres andalusíes orando. Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

Mezquita rural andalusí con sus principales elementos y mujeres andalusíes orando. Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

En la religión musulmana, las normas jurídico-religiosas exigían a las mujeres el cumplimiento de los cinco pilares básicos del Islam. Sin embargo, si bien formaron parte de la umma o comunidad musulmana, se establecieron una serie de obstáculos al libre ejercicio del culto, quedando en muchas ocasiones relegadas a un segundo plano. Por ejemplo, se eximió de acudir a la oración sagrada de los viernes en las mezquitas a una serie de categorías de mujeres, como las menstruantes o impuras, o las que acaban de dar a luz. Incluso, algunos autores y juristas musulmanes apoyaron la prohibición o no obligatoriedad de las mujeres a asistir a la mezquita, ya que podían orar en su propio hogar o reunirse en el de alguna vecina para rezar comunitariamente. Si finalmente las mujeres acudían a la mezquita, era obligatorio que en el interior del edificio sagrado permanecieran separadas del sexo contrario. Al acabar la oración, serían las primeras en salir del inmueble. Algunas mezquitas incluso dispusieron de puertas destinadas exclusivamente al uso femenino.

 Exterior de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Cabeza, Capileira. Fotografía: Antonia Ortega Urbano

Exterior de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Cabeza, Capileira. Fotografía: Antonia Ortega Urbano

Otro hito clave en la visita es el Museo Alpujarreño de Artes y Costumbres Populares “Pedro Antonio de Alarcón”. Instalado en un antiguo caserón propiedad del Ayuntamiento de Capileira, se inauguró en 1972 con motivo del centenario del viaje de Pedro Antonio de Alarcón a esta comarca.

Entre muchos enseres, destacamos la existencia en la planta baja de un telar y una rueca, elementos que, para la confección de textiles y vestimentas, serían muy habituales en los hogares andalusíes, junto a agujas, dedales, punzones, botones, husos, pesas de telar, etc. De hecho, una de las actividades más citadas en los textos andalusíes fue la textil, realizada preferentemente por mujeres en las viviendas.

Entre las materias primas trabajadas adquirieron gran importancia el lino, la lana y la seda, destacando en este último caso como herencia islámica el desarrollo de la sericultura y la mejora técnica del hilado y tejido.

La producción de seda, la más elegante y lujosa, fue muy afamada, convirtiendo a la Alpujarra en un próspero centro productor y exportador del reino granadino. En relación con esta fabricación cabe señalar las actividades ejercidas por las mujeres desde este periodo hasta la actualidad. Tras la conquista cristiana, y con la expulsión morisca, el cultivo de morales y la elaboración del hilo de seda no desaparecieron de este territorio; hasta los años cincuenta del siglo pasado subsistió la antigua fábrica de seda de Ugíjar, donde trabajaron unas doscientas mujeres. En la actualidad pueden visitarse talleres de textiles inspirados en modos de producción tradicional y regentados por mujeres en localidades cercanas a la que hoy visitamos, como Bubión y Pampaneira.

Proceso de hilado (copia de detalle de miniatura persa, siglos XV-XVI. The British Library, London, Ms. Or. 3299). Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

Proceso de hilado (copia de detalle de miniatura persa, siglos XV-XVI. The British Library, London, Ms. Or. 3299). Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

Principales elementos de cerámica del ajuar de una vivienda nazarí. Ilustración: Carmen Merino Rodríguez

La exposición de un variado repertorio de utillaje tradicional, aunque contemporáneo y perteneciente a una vivienda alpujarreña, conserva rasgos del pasado que nos permiten establecer ciertos paralelismos  con el ajuar de una vivienda islámica, salvando las distancias históricas y socioculturales.

Destacan los recipientes de cerámica, madera y metal dedicados al mantenimiento del hogar. En al-Andalus existió un rico repertorio de objetos destinados a las tareas cotidianas, como la cocción y preparación de alimentos (marmitas, cazuelas, anafres u hornillos portátiles, almireces o morteros, etc.); su servicio, presentación y consumo (ataifor o plato, jofaina o cuenco, jarrita, redoma, alcuza o aceitera); almacenamiento de víveres líquidos –como agua, miel, aceite, vinagre, etc. –, o sólidos –como harina, grano, especias, aceitunas, plantas aromáticas, conservas, frutos secos, etc.– (orza y tinaja); iluminación (candil) o usos variados, como el lavado de la ropa o el aliño y preparación de alimentos (alcadafe o lebrillo, etc.).

 Alhacena y enseres domésticos del Museo Alpujarreño de Artes y Costumbres Populares “Pedro Antonio de Alarcón”, Capileira. Fotografía: Antonia Ortega Urbano

Alhacena y enseres domésticos del Museo Alpujarreño de Artes y Costumbres Populares “Pedro Antonio de Alarcón”, Capileira. Fotografía: Antonia Ortega Urbano

Desde el museo, finalizamos el itinerario en las eras de Aldeire, transformadas en miradores.

En los pueblos alpujarreños se conservan numerosas eras de trilla. Son espacios más o menos circulares y normalmente pavimentados con grandes lajas de pizarra del entorno. Se disponían en lugares ventosos y en pendiente, siendo reforzadas con balates o muros de piedra. En estas estructuras el trillo, instrumento para trillar tirado por la bestia, posibilitaba triturar las mieses y así separar la paja del grano.

La agricultura se convirtió en una actividad primordial para la obtención de recursos alimentarios. La civilización islámica potenció el desarrollo de una compleja y extensa red de acequias y de infraestructuras hidráulicas. La incorporación de la agricultura de regadío permitió disponer de agua para el riego agrícola; el uso humano-animal y la recarga de acuíferos, así como aumentar la superficie de cultivo y la siembra de numerosos productos hortofrutícolas, generando unos efectos ambientales y paisajísticos excepcionales que aún pueden valorarse a pesar de las transformaciones acaecidas.

Sobre la participación femenina en las actividades agrarias puede suponerse que, en el campo abierto y en los huertos anejos a las viviendas, colaboraron en el trabajo agrícola junto con los hombres de la familia.

Existieron además otros sistemas de explotación del territorio, como la agricultura de secano. La cooperación de las mujeres en los procesos de siembra, cuidado y recolección de los productos del campo sería significativa. Tradicionalmente las mujeres se han dedicado a actividades como el cuidado de la sementera, arrancando las malas hierbas que crecían junto al trigo sembrado, o a la siega. La contribución femenina tuvo también un importante papel en la recolección de plantas medicinales. Conocían sus propiedades y actuaban como curanderas mediante la elaboración de remedios compuestos con hierbas para ahuyentar insectos o curar dolencias. Estos conocimientos han pervivido a lo largo del tiempo y en la Alpujarra siguen empleándose con fines curativos plantas como la hierba de los pujos (para dolores de cabeza y muelas), el hipérico (para la cura de heridas y quemaduras) o el tomillo fino (anticatarral).

Dentro de esta asistencia sanitaria hay que destacar el papel trascendental que desempeñaron las parteras o comadronas, que atendían a las mujeres en los partos y enfermedades, y las nodrizas o amas de leche, encargadas de la cría y lactancia de la infancia.

En definitiva, visitar esta apasionante comarca y cada uno de sus pueblos y pintorescos rincones resulta una gran ocasión para disfrutar de su rico patrimonio natural y cultural. También, para re-conocer el papel de las mujeres en la Historia como sujetos activos y constructores de nuestro pasado.

CAMINANDO POR LA ALPUJARRA

PARA SABER MÁS

Para saber más: Las mujeres en la Historia: itinerarios por la provincia de Granada, editado por María Socorro Robles Vizcaíno y Margarita M. Birriel Salcedo, Universidad de Granada, 2012.

RECOMENDAMOS

Recomendamos un paseo por el Barrio Bajo de Capileira y calles como Cubo, Campanas, Carmen, Duende, Trocadero, Cerezo, Postiguillo, Horno, Parra, Mentidero, Escuelas, Moral, Real; etc.

HORNOS DE TRADICIÓN ÁRABE

En la Alpujarra se conservan hornos de tradición árabe en algunos domicilios particulares. En Capileira se conoce la existencia de estos ejemplares en las calles Horno, tal y como revela el nombre de la vía, y Real.

LA RUTA DEL AGUA

En Capileira se conservan numerosas fuentes de variada cronología y tipología (Panteón Viejo, Ramón Torres, Hondera, Calvario, Cerezo, Cubo o Carril, etc.). La Ruta del agua permite visitar el pueblo a través de sus fuentes y conocer el origen y función de importantes hitos, como las acequias Alta, Baja de Pitres y la llamada de los Lugares.

LA IGLESIA

En la plaza de la Iglesia de Capileira se erige la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Cabeza, construida en el siglo xvi sobre una antigua mezquita. Quemada durante la rebelión morisca, se reconstruyó en el siglo XVII para ser de nuevo reformada en el XVIII.

TALLERES

En la actualidad pueden visitarse talleres de textiles inspirados en modos de producción tradicional y regentados por mujeres en localidades cercanas a la que hoy visitamos, como Bubión y Pampaneira.

MUSEO ALPUJARREÑO DE ARTES Y COSTUMBRES POPULARES “PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN”

Destacamos el Museo Alpujarreño de Artes y Costumbres Populares “Pedro Antonio de Alarcón”, instalado en un antiguo caserón propiedad del Ayuntamiento de Capileira. Se inauguró en 1972 con motivo del centenario del viaje de Pedro Antonio de Alarcón a esta comarca. El Museo de la Casa Alpujarreña de Bubión, inaugurado en el año 2000, se ubica en una vivienda fechada en el siglo XV.

ERAS DE ALDEIRE

Las eras de Aldeire de Capileira permiten contemplar el paisaje alpujarreño. Destacan las antiguas laderas cultivadas, la red de acequias del entorno, además del barranco de Poqueira y las cumbres del Mulhacén y el Veleta.

 

CONGRESO INTERNACIONAL “RECORDAR LA GUERRA, CONSTRUIR LA PAZ”

Congreso Internacional: 21 al 24 de noviembre (Bubión-Laujar de Andarax)

Dirección: Margarita M. Birriel y Raúl Ruiz

 Paula Sánchez coordina junto a Valeriano Sánchez la Mesa del Congreso Internacional “Recordar la Guerra Construir la Paz”: De Nación Morisca. La Minoría en la España Moderna en la que numerosos especialistas debatirán sobre las últimas investigaciones de la expulsión de la comunidad morisca de los territorios de la Monarquía Católica, independientemente de su fidelidad a la Corona española o de mostrar un correcto comportamiento cristiano.

Centran el interés de esta Mesa el contexto, las razones y el desarrollo de esta expulsión, enmarcadas legamente en una cuestión de Estado pero fundamentadas especialmente por motivos religiosos e ideológicos.

Su origen étnico, religión y vida cotidiana representaron un peligro para la organización del poder de los Austrias y el ideario social y cultural proyectado por el Estado moderno, convirtiéndose en un colectivo excluido de la sociedad española.

De igual modo, se pretende reflexionar en torno al concepto nación morisca para, desde el estudio de una minoría divergente, examinar no sólo el alcance de la política de integración-aculturación de la Monarquía española, sino algunos de sus caracteres políticos, sociales y culturales entre los siglos XVI y XVII. Se intentará además, entre otros objetos de análisis, abordar los múltiples debates surgidos desde el siglo XVI hasta nuestros días en torno a la expulsión, la diáspora morisca, así como los diversos aspectos implementados que conllevaron las deportaciones en el marco de la Corona hispana  e internacional.

El Congreso Internacional se celebrará del 21 al 24 de noviembre en Bubión (Granada) y Laujar de Andarax (Almería), y según explican sus directores, Margarita M. Birriel y Raúl Ruiz, reunirá a un centenar de investigadores para “reflexionar con un enfoque multidisciplinar sobre los 450 años de la Rebelión de las Alpujarras”.  Contará con seis mesas. A la ya expuesta se suman  “La Guerra en la Edad Moderna”, que coordinan Antonio Jiménez Estrella (UGR) y Javier Castillo Fernández (ARM). Juan Félix García Pérez (CEHVAL-JA) y Alejandro Esteban Álvarez (UGR) coordinan la “Enfrentar la Paz. Políticas Económicas y Demográficas post crisis”; María José Ortega Chinchilla (UPO-UGR) y María Aurora Molina Fajardo (CEHVAL),  “¿Espacios Disputados? Ciudades, Territorios, Hogares. “Diferencia y Diversidad en la Edad Moderna. Cuerpos y Discursos en el Viejo y el Nuevo Mundo” que coordinan Patricia Martínez i Àlvarez (UB) y Alejandra Arango (UGR-IEM); y “Patrimonio Histórico-Cultural y Turismo” coordinada por Miguel Ángel Sorroche Cuerva (UGR) y Pilar Pezzi Cristóbal (UMA).

Además, habrá cuatro conferencias marco, de los especialistas Manuel Barrios Aguilera, Elena Díez Jorge, Bernard Vincent, Carmen Trillo San José, Inmaculada Arias de Saavedra Alias y Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz.

El Congreso está organizado por la Universidad de Granada, el Centro de Estudios Históricos del Valle de Lecrín y la Alpujarra, y la Mancomunidad de la Alpujarra junto a numerosas instituciones como la Diputación de Granada, la Fundación Pública Andaluza El Legado andalusí, Acción Cultural Española AC/E, la Universidad de Granada, la Junta de Andalucía, la Mancomunidad del Valle de Lecrín, la Diputación de Granada, el MADOC, el Patronato de la Alhambra y el Generalife o la embajada del reino de Marruecos, entre otros.

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